Rodeado de una magnífica parcela de veintitrés mil metros cuadrados, de un paisaje repleto de hermoso y esplendido verdor y con vistas espectaculares sobre el afamado macizo rocoso que separa Dénia de Jávea y que apodan popularmente como “el elefante durmiente”, encontramos esta atractiva casa de campo que se pavonea en estas latitudes con un encanto sorprendente. En el decorado de las paredes y techos del interior predomina el empleo de la madera creando con ella un cálido ambiente de bienestar y transmitiendo el sosiego y el espíritu de un refugio de montaña. Un gran numero de ventanales y puertas acristaladas proporcionan luz diáfana y amplitud visual y consiguen atraer hasta el interior de las estancias la sensación de estar en medio del singular verdor de la majestuosa y variada naturaleza mediterránea. Esta residencia posee una discreta y agradable perfección. Los materiales utilizados en la construcción son inmejorables y el mobiliario se adecua evidentemente al conjunto. El estado de mantenimiento es inmejorable, el tamaño es ideal y la relación entre el precio y la calidad es sobresaliente.
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